El Terror

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Así como no se puede batir concreto sin agua, es imposible instalar un comunismo sin contar con “El Terror”.


Decía que en Cuba el terror es genético. Ha pasado una generación bíblica en la isla del caribe desde que los cubanos comenzaron a conocer al “Sr. Terror”, un “individuo” sin alma que se presta a todo sin esperar nada a cambio.

Sentirse preso en una isla produce un impresionante terror, como terror siente el prisionero de conciencia cuando los guardias calan sus oxidadas bayonetas soviéticas. El sonar de unos disparos al salir el sol produce mucho terror porque los cubanos saben – o se imaginan – que provienen del paredón de fusilamiento y el terror se incrementa en las tinieblas del alba al sonar el tiro de gracia que destroza la sien del condenado a muerte.

Terror siente el padre cuando le dice adiós a un hijo que se marcha a una guerra absurda en un continente que está tan lejos como la esperanza de un futuro en Cuba. Terror siente una madre cuando su hijo regresa muerto o mutilado de esas misiones internacionalistas.

Terror lo produce un vecino que mira detrás de una ventana cuando cae la tarde cargada de calor y terror siente el cubano cuando supone que lo están observando día y noche.

Cuando el cubano se queda sin trabajo en la isla del terror siente un profundo terror pues sabe que fue despedido por el único patrón que tiene su patria: el estado.

Más fuerte que el terror de morir en altamar al intentar alcanzar la libertad en tierras extrañas, está el terror de seguir viviendo esclavo de los designios de un tirano, pero nada es comparable al terror que produce despedir al hermano quien se monta en una frágil balsa para alejarse de las costas y no regresar jamás a Cuba.

Terror siento yo cuando pienso que esta patria, Venezuela, pudiera cambiar su alegría de siglos por el terror eterno teñido de un rojo viejo y absurdo.

El Hatillo 18 de marzo de 2003